La Canciller de Hierro y su mensaje austero

por | Dic 12, 2012 | Líderes políticos | 1 Comentario

Esta semana he terminado una versión ampliada y actualizada de un análisis que escribí hace unos meses sobre la canciller alemana, Angela Merkel. Espero que les guste:

Angela Merkel

No cabe duda de que Angela Merkel está haciendo ostentación de su posición de líder fáctico de Europa. Quizás sea una líder sin carisma y poco diplomática que sigue una política económica y comunicativa errónea, pero está sabiendo dejar muy claro quien manda. Este aspecto, que a la mayoría de los europeos nos parece obvia, no es nada fácil de conseguir. ¿Cuántos jefes de gobierno, estado y partido se afanan día y noche en mostrar sin éxito su autoridad y su capacidad de nuclear a personas en torno a su figura y su proyecto? Con su peculiar estilo, la canciller alemana ha conseguido otra cosa muy relevante para un político: su mensaje es entendido nítidamente por sus receptores. La austeridad es la única forma de salir de la crisis. El equilibrio presupuestario y las reformas son el camino. Quienes han gastado más de lo necesario y son menos competitivos tienen que hacer sacrificios y no esperar el intervencionismo paternalista de los países más ricos y de los órganos europeos. En el sur del Viejo Continente hemos captado todos el mensaje, pese a que, obviamente, no todos lo compartamos. 

Poca expresividad

Una de las claves de esta imagen que percibimos es la coherencia que guardan la comunicación verbal y no verbal de Frau Merkel. No olvidemos que, tal como apuntó el prestigioso antropólogo Albert Mehrabian, las palabras sólo aportan un 7% del mensaje. El tono de voz y otros detalles vocales suponen el 38% del contenido, mientras que el lenguaje corporal significa un 55% de éste. Su discurso dogmático e inflexible, fiel a la ortodoxia económica imperante, se corresponde con sus gestos rígidos y su rostro inexpresivo. En ocasiones, como se reflejó en aquel gracioso vídeo repetido en los telediarios en el que se ve cómo a un camarero se le derrama una cerveza entera encima de ella, la hemos visto permanecer inmutable e insensible hasta límites que pueden llegar a provocar hilaridad. Salvando una de las últimas cumbres europeas, en la que llegó a un acuerdo con Monti, Rajoy y Hollande, sus posiciones políticas y su discurso también se han mostrado igualmente hieráticos. El hecho de que en cuestión de días aquel compromiso haya quedado en papel mojado, nos da una idea de hasta qué punto le resulta difícil renunciar a sus convicciones.

El liderazgo y la autoridad de Merkel se escenificaron de manera inmejorable durante la primera visita oficial realizada por François Hollande a Alemania poco después de su llegada al Eliseo. La televisión mostró cómo la canciller le marcaba el paso al nuevo presidente galo en su recorrido protocolario, incluyendo los preceptivos saludos a las fuerzas armadas. El error de mostrarse dubitativo en el protocolo retrató a Hollande -quizás injustamente- como un político novato que no sabe por donde ir, como una marioneta guiada por la anfitriona, pese a sus intenciones de plantar cara a las directrices políticas de Alemania. Por el contrario, Merkel actuó con mucha seguridad. Con un par de gestos dejó claro que sigue mandando en la Unión Europea (UE).

Desde el punto de vista de la kinésica es bastante poco expresiva. No dispone de muchos recursos gestuales, pero como alumna disciplinada ha hecho suya una de las máximas de los expertos en comunicación no verbal: ha adoptado un gesto comodín que utiliza con profusión. Nos referimos a como, con los brazos a media altura, junta los dedos pulgares e índices de ambas manos dejando un hueco esférico en medio. Así aparece fotografiada en la ‘Wikipedia’ y en infinidad de intervenciones públicas.

Angela Merkel de marrón

Este verano incluso ha circulado por Internet una imagen jocosa de Merkel haciendo este gesto vestida en diferentes colores.

Pantone de colores con Merkel en el mismo gesto

Una indumentaria austera 

Su vestimenta también es coherente con ese mensaje y esa imagen que proyecta. Según los medios conservadores, la bundeskanzlerin se caracteriza por su austeridad (palabra tótem de su cosmovisión europea). Si bien es cierto que hace años elegía sus vestidos y presentaba un estilo más singular, desde que ejerce el cargo de canciller viste de forma similar a un hombre de su posición: con pantalones y chaqueta. Así la retrata Juan Gómez en un interesante análisis publicado en ‘El País’ en febrero de 2012. Por su parte, su exasesora Gertrud Höler, escribió ‘La madrina’ -una biografía sobre Merkel- que “es masculina y fría hasta para elegir vestuario”.

Según Juan Gómez, en lo que a la moda respecta, su imaginación ha ido menguando a medida que fue ascendiendo en la jerarquía política germana: sus trajes suelen tener dos colores, sus chaquetas dos botones. El diseñador germano Karl Lagerfeld es uno de los que sugieren que le falta imaginación. Juan Jesús Aznárez explica en un completo perfil biográfico publicado en ‘El País’ el pasado septiembre que “se mueve con desinterés por los vericuetos de la moda pese a los avances de su ropero, atendido por los talleres de Anna Von Gresheim”. De la chica que vestía Levi’s, vivió de okupa y trabajaba de camarera en una discoteca parece no quedar rastro. Ella misma se encargó en una ocasión de explicar el por qué de su look desaliñado: “me preocupo de llevar un estilo práctico. El peinado tiene que mantenerse en su sitio doce horas o más, y no puedo ir a empolvarme la nariz cada dos horas”. Sin embargo, Dirk Kurbjuweit, corresponsal diplomático de la revista ‘Der Spiegel’, opina que “la estereotipada imagen de la Merkel burócrata, gélida, distante, de pantalón y chaqueta abotonada es solo la cara de la moneda: la que quiere transmitir al mundo”.

José-Pablo Jofré, corresponsal del diario ‘ABC’ en Berlín escribió que “tiene gustos más bien modestos: la canciller viste siempre las mismas chaquetas”. En otro orden de cosas, añade que ella y su esposo “no cambiaron de residencia cuando llegó a la Cancillería”.

Las críticas recibidas por su atrevido escote durante la inauguración de la Ópera de Oslo en 2008, no han hecho más que reforzar esta línea estética conservadora. El famoso consultor político y de comunicación Thomas Steg llegó a tacharlo de “fuera de lugar”. Con el portavoz del Ejecutivo dedicando parte de una conferencia de prensa a hablar del escote, Merkel se convenció de que tratar de innovar en su forma de vestir solo iba a contribuir a trasladar la actualidad política a un terreno frívolo que no le interesa. Al contrario que sus exaliados Sarkozy y Berlusconi, la canciller no se siente cómoda en el mundo de la política pop.

Y, en lo que se refiere a la relación entre su carácter y su atuendo, el diario ‘Bild’ comenta que los bolsos de Merkel revelan que estamos ante “una mujer de carácter, ganadora y con poder”. Nada que no sea evidente.

Vacaciones espartanas

El lugar elegido para sus vacaciones ejemplifica con nitidez su estilo de vida. El pasado agosto, Carmen Sánchez Berlín describió en ‘El Mundo’ cómo “ha pasado tres semanas haciendo senderismo en el Tirol italiano, escuchando ópera en Bayreuth y Salzburgo y descansando en su modesta casita en el campo, al noreste de Berlín”. Nada de lujos y extravangancias en Baleares o el Caribe.

Merkel y Sauer de vacaciones

Para sus vacaciones espartanas, Merkel tiene en su marido, Joachim Sauer, un fiel aliado. José-Pablo Jofré relata que es “un adicto al ahorro”. La Semana Santa del presente año prefirió “ir en un vuelo low cost a Nápoles para pasar junto a su mujer unos días de vacaciones en la isla italiana de Ischia”. Allí permaneció unos días con su pareja “en un hotel sin grandes lujos”. Jofré también cuenta que “el matrimonio suele ir de vacaciones a Austria, al sur de Alemania o a Italia”. En resumen, Sauer “es un ejemplo de austeridad en tiempos de crisis», un señor al que “se le ve comprando en el supermercado como un ciudadano de a pie”.

Disciplina prusiana

La líder cristianodemócrata sigue una disciplina prusiana. Quizás pueda decirse que es adicta al trabajo. Höler la caracteriza como “meticulosa, obsesionada por el detalle y el dato, trabajadora hasta la extenuación”. Carmen Sánchez desgranó que, cuando retomó su agenda a mediados de agosto, a las siete de la mañana “ya habrá desayunado, echado un vistazo a la prensa, leído algún dossier y pasado por una breve sesión de peluquería”. Después, “puntual y con su iPad bajo el brazo”, acude a su cita diaria con el portavoz de su Ejecutivo.

En el citado artículo de Aznárez se desliza que esta rígida personalidad -que tan bien se complementa con su actual marido- pudo ser un escollo insalvable en su anterior matrimonio. Según Aznárez “aunque nada se sabe de las causas de la ruptura, cabe suponer en Ulrich (su primer esposo) un atisbo de anarquía que desquició a una pareja incompatible con el desbarajuste”.

Estereotipos y tópicos entre europeos

La eficacia del mensaje de la austeridad y las reformas está teniendo contrapartidas que deterioran cada vez más al proyecto europeísta. Estamos ante un discurso que es terreno abonado para la demagogia. En Alemania, crecen los sentimientos nacionalistas y las apuestas por una Europa a dos velocidades. En Finlandia y Holanda, el populismo y los mensajes xenófobos logran un preocupante respaldo popular. El recelo crece entre el norte y el sur de Europa. El resurgimiento de estereotipos y tópicos hasta hace poco enterrados es señal de que se reabren heridas entre el norte y el sur. Mientras parte de la población germánica piensa que lo latinos somos vagos que vivimos por encima de nuestras posibilidades, nosotros los percibimos más cuadriculados que nunca. La expresión “IV Reich” se abre paso inexorablemente en el Mediterráneo como sinónimo del nuevo hegemonismo alemán.

En su reportaje ‘Alemania-España, recelos mutuos’, Miguel Ángel Villena escribe en ‘El País’ que “los efectos de la crisis económica y los estereotipos empeoran la imagen que cada país tiene del otro y enturbian las históricas buenas relaciones”. En palabras de Villena, “desde hace un par de años, Alemania con su canciller, Angela Merkel, en primera línea, significa para muchos españoles el origen de todos sus males por su inflexible política de austeridad. Mientras tanto, una multitud de alemanes opina que España está pagando ahora las consecuencias del despilfarro, el pelotazo inmobiliario y la falta de previsión”. Una encuesta de Metrocospia indica que un 77% de los españoles considera que Alemania está más preocupada por defender su economía que por los intereses europeos.

Estereotipos contra

En el mencionado artículo se recoge el análisis de Helene Zuber, corresponsal en Madrid de ‘Der Spiegel’. A juicio de ella, “para buena parte de la prensa española Merkel es la culpable de todos los males. Los medios la dibujan como una bruja sin corazón y solo pendiente de sus cálculos políticos. Esta imagen de la canciller ha contagiado la percepción global de Alemania”.

Un discurso empapado de protestantismo

Diversas fuentes coinciden en que Merkel se crió bajo la estricta tutela de su padre, un pastor protestante misionero en la antigua RDA. La propia bundeszkanzelerin ha confesado la enorme influencia que la religión tiene en la política: “nos vemos como la creación de Dios, y eso guía nuestras acciones políticas (..) La fe en Dios facilita muchas decisiones políticas”.

El discurso que comparten los gobiernos de Alemania, Holanda y Finlandia acerca de la crisis de la Zona Euro está impregnado de la filosofía protestante. El imaginario colectivo luterano y calvinista ha podido influir en la visión que tiene Merkel de la crisis europea. En un magistral artículo, el consultor político Antoni Gutiérrez-Rubí recuerda que “la influencia de la moral protestante en la política económica alemana es central”. No olvidemos que ya en 1904 Max Weber escribió el ensayo ‘La ética protestante y el espíritu del capitalismo’. La mencionada dicotomía norte-sur nos retrotrae a ese maniqueísmo luterano en el que las posturas tibias no tienen mucho espacio. Parece que para Merkel el futuro de la Unión se reduce a una lucha entre el bien que representan las “reformas” (los gobiernos austeros que tienen fe en el sacrificio y la disciplina fiscal) y el mal del inmovilismo (los gobiernos derrochadores e irresponsables).

Merkel con las manos juntas

Hay momentos en que da la impresión de que, aunque estuviera demostrado que la intervención del BCE y Alemania fuera la única solución, los merkelistas creen que la agonía a la que los especuladores están sometiendo a Europa meridional es necesaria para que los países sureños paguen sus pecados. Las ideas protestantes postulan que Dios ha recompensado con la riqueza a los que trabajan. Intervenir sería perjudicial porque contribuiría a que la vagancia continuara. Las reformas son la salvación, hace cuatro siglos en el campo de la religión, y hoy en el de la política. Esta forma de entender la vida influye hasta en la propia lengua germana. Gutiérrez-Rubí explica que “en alemán, los términos ‘deuda’ y ‘culpa’ comparten la misma palabra: schuld. No es una casualidad menor.” Abundando sobre el tema, Gutiérrez-Rubí cita un artículo de ‘The Economist’ sobre las relaciones entre fe y economía. En él, se aborda el ritual de la absolución de los pecados en la fe protestante, vinculándolo con las opciones económicas. Gutiérrez-Rubí matiza que “el perdón, para los protestantes, no les es otorgado tan fácilmente como en la religión católica. Para Merkel, la redención pasa por el sacrificio, el esfuerzo y el dolor. Nada de bulas, ni comprar absoluciones ni licencias. Nada que valga la pena puede ser fácil, ni cómodo”.

Su seguridad en que los recortes son la única solución es propia de la fe de un clérigo en las verdades reveladas por Dios. Discursos como el que pronunció en el Bundestag para anunciar que su misión era salvar a Europa recuerdan al mesianismo bíblico de Israel (“el pueblo elegido por Dios”) o al de los Estados Unidos, ungidos para defender la libertad en el mundo como incluso llega a asegurar con otras palabras uno de los libros sagrados de los mormones.

La guardiana de la puerta

En este relato mítico, Merkel, siguiendo la clasificación de arquetipos de Ernest Jung, se nos representa como la figura del mentor negativo, como un guardián de la puerta que buscamos (para unos la vuelta al boom inmobiliario, para otros el simple mantenimiento del Estado del Bienestar). Dudo que la jefa de la CDU quiera ser percibida exactamente tal y como lo es en el sur de Europa: como una especie de señorita Rottenmeier cuya disciplina nos asfixia. Sin renunciar a su mensaje, Merkel podría proyectar una imagen mucho menos agria.

Su popularidad en Alemania

Su discurso tampoco parece acertado al 100% para el consumo interno, donde un sector político y social le reclama que deje caer a sus socios manirrotos. Las encuestas no se ponen de acuerdo. El diario ‘El Mundo’ informó este verano sobre un sondeo de la empresa Forsa, en el que apenas acusa desgaste y en el que se le supone “un nivel de popularidad con el que Helmut Köhl pudo soñar”. Por su parte, ‘ABC’ se hace eco de una encuesta de intención de voto semanal encargada por el canal de televisión privado ‘RTL’ y el semanario ‘Stern’. De acuerdo con ella, “la mitad de los electores alemanes están contentos con Merkel y su gestión. No hay indicios de cambio”. Otras no son tan optimistas. Las distintas elecciones celebradas en los länder no le auguran buenos resultados. La CDU ha cosechado derrotas históricas en los últimos tiempos.

La falta de liderazgo, carisma y alternativa de los dirigentes socialdemócratas puede ser su gran aliado. Más allá del análisis de su política, en la supuestamente fría Alemania tampoco genera excesivo entusiasmo la figura de Merkel. Su carisma está muy lejos de otros históricos cancilleres de su partido como Konrad Adenauer y Helmut Köhl, así como del socialdemócrataa Willy Brandt. Tampoco tiene la simpatía de su inmediato predecesor, Gerhard Schröeder (también del SPD), del excandidato verde Joscka Fischer o del izquierdistaa Oskar Lafontaine.

Pero insistimos, su peculiar estilo comunicativo tiene la virtud de haber conseguido que, sin necesidad de hablar la lengua de Goethe, los españoles la entendamos con total claridad.

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