Hace casi una semana recibí la, por el momento, llamada telefónica más feliz del presente verano. La Asociación Valenciana de Politólogos (Avapol) me informaba de que mi artículo ‘Crisis y austeridad: terreno abonado para el populismo y el euroescepticismo’ había ganado el V Concurso de Ensayo Político Avapol 2014, que en esta edición lleva por título ‘Entre el europeísmo y el euroescepticismo’. La semana que viene viajaré a la capital del Turia para asistir al acto en el que se entrega el premio y cenar con los amigos de Avapol. El premio por haber ganado es el mejor que se les podía haber ocurrido, al menos para mí: un lote de libros sobre política. Me gustaría utilizar esta humilde tribuna para agradecer a este colectivo la excelente labor que realizan en pro de la Ciencia Política, la Transparencia y el Gobierno Abierto.
La crisis económica que venimos sufriendo desde 2008 ha derivado en una crisis social y política en muchos países de la Unión Europea (UE), especialmente en los que más están padeciendo sus rigores. La propia Unión está sufriendo una crisis de legitimidad sin precedentes, no sólo en los estados económicamente más débiles, también en potencias como Alemania, Finlandia o Reino Unido.
Esta crisis de legitimidad se está traduciendo políticamente en el auge del euroescepticismo, cuya expresión más radical son los movimientos populistas y de extrema derecha que tan buenos resultados están cosechando en los últimos procesos electorales. Aun teniendo en cuenta tanto los diversos contextos en los que surge esa extrema derecha como su heterogeneidad consustancial, el antieuropeísmo del Partido de la Independencia del Reino Unido; el antiislamismo del holandés Partido por la Libertad; el chovinismo del Frente Nacional francés; la antiinmigración de los Demócratas de Suecia; el antisemitismo del húngaro Jobbik; e incluso el filonazismo del Amanecer Dorado griego son caras de la misma moneda.
La desesperación en la que se hallan millones de ciudadanos no explica por sí sola el éxito de este fenómeno. Tanto la extensión del sentimiento euroescéptico en las naciones, como el apogeo de estas fuerzas políticas de extrema derecha, se han visto favorecidos por el poder político europeo desde dos frentes: el económico y el del relato. Los errores en ambos terrenos han deteriorado el discurso europeísta hegemónico hasta ahora:
-La política económica: desde el estallido de la Gran Recesión, y espoleados por Alemania, los gobiernos y las instituciones de la UE vienen aplicando una política económica -la tan cacareada “austeridad”– que está generando rechazo entre amplios sectores sociales de los estados miembros. Tras años de recortes, muchos europeos no ven aún la prometida y ansiada recuperación. Esta situación daña la imagen y el prestigio de la UE, puesto que en el imaginario colectivo de las naciones con una economía más frágil (fundamentalmentelas del sur, de cultura grecolatina, aunque también algunas del este) se ha instalado la visión de que esta línea viene impuesta de forma antidemocrática e insolidaria por Alemania, sus estados aliados del norte y la burocracia de Bruselas.
-El relato: el análisis político que desde el núcleo del poder europeo se ha hecho de la crisis ha cristalizado en un relato simplista, maniqueo e insolidario, teñido de una pseudofilosofía liberal y protestante. En síntesis: “en el sur de Europa los gobiernos y los ciudadanos son incapaces de controlar el gasto público. Son económicamente irresponsables, tienden a endeudarse y a vivir por encima de sus posibilidades porque anteponen la buena vida al trabajo”. Este discurso culpabilizador ha calado incluso en parte del propio sur del Viejo Continente. Pero, en líneas generales, un storytelling tan fraudulento no ha conseguido más que despertar las iras de la ciudadanía española, portuguesa, italiana y griega, que se siente traicionada y dominada por Alemania y Bruselas. El uso de expresiones como “IV Reich” o las constantes caricaturas de Angela Merkel en la prensa ilustran la reacción de la Europa meridional contra este relato.
Junto al apogeo de la extrema derecha populista, en la UE se han producido otros fenómenos políticos que refuerzan el sentimiento euroescéptico:
-Populismo euroescéptico en la derecha moderada: el euroescepticismo se está abriendo camino en parte de la población de los países más potentes de la Unión. En los centros del poder europeo ha ganado enteros la idea de una Europa a dos velocidades, un escenario en el que la expulsión de Grecia de la Zona Euro o la creación de dos monedas (una más fuerte y otra más débil) son hipótesis reales. La llegada de distintas elecciones han forzado a líderes de la derecha moderada, como Angela Merkel, Nicolas Sarkozy o David Cameron, a adoptar discursos demagógicos contra el proyecto europeo. La primera desde una electoralista firmeza hacia los países del sur en defensa de los inversores y ahorradores alemanes; y el segundo desde el tradicional antifederalismo y antiburocratismo europeo de los tories británicos. Los ataques del Partido Conservador y la prensa sensacionalista inglesa a Jean-Claude Juncker son el último episodio.
-Mimetismo con la extrema derecha: en ocasiones la angustia ante la llegada de los comicios y los buenos resultados de la extrema derecha en las encuestas llevan a algunos partidos de la derecha europea a asumir parte del discurso xenófobo de la primera. En tal dirección van las pretensiones del primer ministro británico de suspender el Acuerdo de Schengen para impedir que trabajadores rumanos y búlgaros emigren al Reino Unido o los desmantelamientos de campamentos de gitanos de estas nacionalidades por parte de Nicolas Sarkozy.
-Antagonismos culturales: esta dicotomía norte-sur ha terminado por afectar al proyecto europeísta no sólo desde el punto de vista político y económico, también desde el de la identidad cultural. Los mensajes insolidarios y nacionalistas han resucitado recelos, rivalidades y estereotipos que parecían superados; y que son completamente antagónicos a los valores que inspiraron la fundación de la UE. Los conocidos peyorativamente como PIGS (Portugal, Italy, Greece and Spain) tienen conciencia de vivir una situación de vasallaje común frente a Alemania y el norte. En un reportaje publicado por ‘El País’, Miguel Ángel Villena explica que “los efectos de la crisis económica y los estereotipos empeoran la imagen que cada país tiene del otro y enturbian las históricas buenas relaciones”.
En conclusión, podemos vaticinar que el futuro del euroescepticismo, al igual que el de muchos gobiernos europeos, está ligado al de la crisis económica. Ello no debe invitar a los políticos europeístas a la inacción. Al contrario, debe convencerles de la necesidad de fortalecer el discurso proeuropeo y de implantar reformas orientadas a la transparencia, la solidaridad, la democratización y la integración regional. Al menos en lo que a este último concepto se refiere, el mundo camina por esa senda. América Latina e incluso África son ejemplos de ello. Los europeos podríamos abandonar nuestro tradicional sentimiento de superioridad y aprender algo de estos procesos.
Para descargar el documento es posible pinchar en este enlace.