Emmanuelle Macron es el político del momento. Los principales medios de comunicación internacionales hablan de él después de que el pasado 23 de abril terminara la primera vuelta de las elecciones presidenciales francesas como el candidato más votado. El próximo domingo se medirá a Marine Le Pen, aspirante del Frente Nacional, en unos comicios históricos, los primeros sin que los socialistas ni los gaullistas hayan pasado a la segunda vuelta.
El hecho de que Macron, exministro del presidente Hollande, haya fundado ‘¡En Marcha!’, un movimiento político personalista y crítico con los aparatos de los viejos partidos, ha provocado que algunos periodistas y adversarios políticos le hayan tildado de populista, un calificativo que, utilizado en sentido despectivo, está muy de moda en Europa para descalificar a cualquier alternativa crítica o políticamente incorrecta. Como prácticamente todas las opciones consideradas populistas por los mass media suelen ser también etiquetadas como radicales (ya sea de extrema derecha o de extrema izquierda), cabe preguntarse si puede existir un populismo centrista y/o liberal.
En este debate, el presidente de Ciudadanos -partido que proclama su simpatía y apoyo por ‘¡En Marcha!-, Albert Rivera, lo tiene claro: los resultados de esta primera vuelta prueban que el debate ideológico principal del siglo XXI no es entre izquierda y derecha, sino entre liberalismo y populismo. En cambio, sin entrar en honduras, el propio Macron respondió a las acusaciones de populista de manera similar a cómo meses antes lo hizo Le Pen: “si ser populista es hablar al pueblo sin pasar por el filtro de los aparatos (de los partidos) asumo ser populista. En ese sentido, el general De Gaulle lo era. Pero no hay que confundirlo con ser demagogo, que consiste en decir al pueblo lo que quiere escuchar en su instinto más bajo”. Así se expresó en unas declaraciones que recoge el periódico ‘La Provincia Digital’. En cualquier caso, en la misma noticia matiza que «su programa de gobierno no está pensado para adular al pueblo».
Declaraciones políticas aparte, cabe preguntarse: ¿qué hay realmente de populismo en el discurso de Macron? Aunque, desde nuestro punto de vista, lo que define al populismo es la forma y no el fondo, defendemos que, en esencia, un proyecto populista de nuestros días raramente puede ser liberal. Sólo cabría admitir tal adjetivo en la acepción peyorativa que convierte el populismo en sinónimo de demagogia o en la que lo simplifica, en esa línea, a un tipo de liderazgo, como el que, por ejemplo, caracterizaba al argentino Carlos Saúl Menem o al peruano Alberto Fujimori. Son dos sentidos del término «populismo» que el diputado y politólogo Manuel Monereo expuso en un debate en el IV Congreso de Organizaciones Democráticas,
Así, para salir de dudas, vamos a analizar, desde el punto de visto más científico y objetivo posible, qué hay y que no hay de populista en el discurso de Macron:
-No hay pueblo, sino ciudadanía: en el discurso macronista no se apela a la noción de pueblo, ni a la construcción de éste. Se apoya mucho más los conceptos de ciudadanía y de sociedad civil, tan propios del liberalismo. Se ensalza lo nacional y los valores comunes cívicos de la República, pero los derechos y libertades individuales priman sobre los anhelos colectivos.
-No hay antagonismo antiélites: habiendo estudiado en la Escuela Nacional de Administración y trabajado en Rothschild era de esperar que la oposición pueblo/élites (económicas) no esté en el centro de su programa. En la oratoria de Macron no hay un «exterior constituyente» que contribuya a definir un «nosotros popular o nacional».
-No hay crítica al libre mercado: Si bien es cierto que, como hemos señalado, el populismo puede ser de muy diverso signo, éste suele ser proteccionista en lo económico y crítico con la globalización y la Unión Europea, una organización internacional que en la retórica populista es retratada como elitista y burocrática. Pese al giro táctico de los últimos días, Macron es netamente proeuropeo y partidario del libre mercado.
-No es ruptusita: desde el punto de vista ideológico, su liberalismo progresista es incluso más compatible con los valores de la V República que algunas de las ideas rompedoras que en la presidencia anterior sostuvo Sarkozy. Más allá de ciertos cambios legislativos, Macron acepta las instituciones y leyes del actual régimen republicano francés. No plantea un cambio de constitución, ni de régimen, ni del sistema económico, ni de la orientación diplomática de su país como, por el contrario, suelen hacer en Europa y en América Latina los proyectos populistas.
Pese a todo, sí es verdad que hay elementos de su discurso que pueden entenderse como pseudopopulistas, ya que nos recuerdan a esa forma de construir lo político que es el populismo:
–Es un outsider: como muchos candidatos clasificados como populistas, Macron no está afiliado a ningún partido político. Su entrada en política se debe a su prestigio profesional y su primer cargo en el Gobierno de Hollande fue de asesor económico.
-Es crítico con el establishment: no acostumbra a lanzar sus críticas contra ninguna élite económica, financiera, académica o mediática, pero su movimiento es una reacción al anquilosamiento de los aparatos y a las prácticas de los partidos dominantes durante la V República.
-Quiere cambiar el status quo: aunque no plantee un sistema económico ni un régimen político diferente, está luchando por ser un actor relevante en la escena política nacional, terminando con el bipartidismo y el turnismo imperante en Francia y en gran parte de Europa. No es rupturista, pero es regeneracionista, lo que, en ocasiones, se puede llegar a confundir.
-Dirige un movimiento transversal: su estrategia va orientada a romper con el eje derecha-izquierda. Es cierto que Macron se ha definido como liberal progresista o socioliberal, pero también lo es que en su discurso hay cierta ambigüedad ideológica propia de casi todos los movimientos populistas. Desde el centro ha conseguido arañar votos a socialistas y gaullistas, en especial a los primeros.
-Es un líder carismático: el hiperliderazgo suele caracterizar a los movimientos populistas, que muy frecuentemente están encabezados por un líder que, según estiman sus seguidores, conecta con el pueblo sin necesidad apenas de intermediarios, dejando atrás a sus representantes tradicionales, acusados de formar parte de una élite desconectada de la realidad popular. Salvando las distancias con otros casos y relatos, el de Macron es un hiperliderazgo carismático. ‘¡En Marcha’ no es más que una plataforma personal para presentarse a las elecciones.
-Tiene un estilo fresco: la frescura de su estilo contrasta con las formas y el fondo políticamente correcto de dirigentes como Hollande o Fillon. En este MAcron sí nos recuerda a otros políticos habitualmente señalados como populistas.